jueves, 8 de julio de 2010

Las chicas de Gaucín

El fomento del turismo no es una competencia exclusiva de la Administración de turno. A nivel privado, existen multitud de iniciativas para potenciar la actividad turística de una determinada zona. Empresas del sector, asociaciones o particulares, trabajan en este sentido y contribuyen de diferentes formas.

En este sentido, me ha llamado la atención y ha inspirado estos párrafos, una iniciativa que surgió en 2008 por parte de la Asociación de iniciativas turísticas de Gaucín,en Málaga, la cual, inspirándose en la "Cow Parade", organizó una actividad artística en la que se involucraba a la gente del pueblo, invitándola a participar decorando una salamanquesa de poliuretano, de unos 40 cm de longitud, con el compromiso posterior de exponerlas en la fachada de sus casas, durante un tiempo determinado.

La iniciativa fue todo un éxito y hoy cientos de casas decoran sus fachadas con salamanquesas vestidas de gitanas, ataviadas con trajes típicos, disfrazadas de spiderwoman, carteras, jugadoras de fútbol, entre otros muchos tipos.

A partir de entonces, esta actividad se ha realizado cada año, cambiando el modelo inicial. En 2009, la salamanquesa era de mayor tamaño y en 2010, el protagonista ha sido un gato.

Desde luego, esta iniciativa en la que gran parte de los habitantes de Gaucín se han involucrado y de la que se sienten muy orgullosos, no pasa desapercibida. Cualquier turista que visite el pueblo, cuanto menos se sorprende al ver cientos de salamanquesas y gatos caracterizados, trepando las fachadas y balcones de las casas. Lo recordará como algo curioso y divertido, que caracteriza a este pueblo y lo transmitirá a otras personas, que pueden sentirse motivadas a visitar Gaucín, para conocer lo que se ha convertido en uno de los principales atractivos turísticos de este pueblo. Esto supone la llegada de nuevos turistas y un impulso al desarrollo turístico de Gaucín.
Sólo me queda una duda,saber cuál será el animal protagonista del próximo año.

jueves, 3 de junio de 2010

A mi playa bonita


Anoche volviste a mi mente, recordé cuando te conocí, cuando te iba a visitar.
Bañarme en tus aguas cristalinas, esas que permitían ver tu fondo a más de dos metros de distancia, diferenciar la variedad de verdes de las algas, que crecían fuertes y orgullosas, el color de cada piedra y los peces jugueteando. El olor a mar, la naturaleza en su estado puro. Era una auténtica gozada estar contigo.
Bucear en tus aguas, tomar el sol tendida en tu arena, recorrerte por la orilla, observar los cangrejitos correteando por tus piedras húmedas. Un privilegio que sólo teníamos unos cuantos. Todos te respetábamos, te queríamos y cuidábamos.
De esto hace ya muchos años, más de quince.
Por circunstancias, dejé de verte un tiempo.
Anoche, también recordé la última vez que te visité, hace tres años.
MASIFICADA, hasta el punto que el carril de unos dos kilómetros que lleva hacia tí, estaba lleno de coches, furgonetas y caravanas, aparcados a cada lado. Era imposible circular porque si algún vehículo venía de frente, ambos no pasaban y dar la vuelta era una odisea. La gente se cruzaba de un lado a otro y transitaba por el carril. Aquello era una ratonera, un callejón lleno de obstáculos.
Cuando conseguí llegar hasta tí, poniendo en riesgo mi propia integridad física, no podía creer lo que veía: gente, muchísima gente, plásticos, latas, sombrillas y sillas rotas abandonadas, miles de colillas. Suciedad por todos lados.
Tus aguas habían cambiado de color, ya no había algas ni peces y los cangrejitos, si aún quedaban, permanecían escondidos. Tu aspecto era tremendamente desolador. No podía creerlo, como te podía estar pasando eso. Tú, que solo ofrecías cosas buenas, que todo lo dabas, que tanto me diste. Te encontrabas indefensa y desamparada, frágil y debilitada, estabas sufriendo un abuso brutal por parte de la humanidad.
En aquel momento, sentimientos de rabia y frustración me inundaron. Me fui, te dejé y nunca después he vuelto a verte.
Hoy, siento culpa por haber mirado a otro lado, por no hacer nada por ayudarte.
Lo peor es que el tuyo no es un caso aislado, el maltrato al que estás sometida, lo padecen muchos otros espacios naturales. La madre naturaleza sufre degradaciones frecuentes. Y quien tiene que cuidarla y protegerla, parece tener otras prioridades o intereses.
Punto negativo y abucheo para quien teniendo la responsabilidad de velar por tu conservación, ha permitido que esto te suceda, farito mío.
La sociedad, el/la turista, puede tener mayor o menor conciencia medioambiental, ahí hoy no entro. Pero quien tiene las competencias para la gestión de un espacio natural que, por sus características resulta un atractivo turístico para la sociedad, quien tiene esas competencias, debe poner los medios para que este fenómeno, este movimiento turístico, se produzca en unas condiciones de seguridad, tomando las medidas necesarias que aseguren y priorizen la conservación del medio natural antes que cualquier otro aspecto. La naturaleza es un bien de todos/as y disfrutar de ella es un derecho y, el deber de quien tiene que cuidarla, está en que ésto se pueda compatibilizar de manera sostenible, a través de una planificación turística adecuada, coordinación entre todos los agentes implicados y una gestión responsable.

martes, 1 de junio de 2010

En un lugar de la sierra


Finales de Mayo y el calor comienza a apretar. Tantas ganas tenía de visitar la Serranía de Ronda que, un paseo por sus tierras ya no se podía aplazar más. Lugar de destino, Genalguacil. No conocía esta localidad, pero sí había leído mucho sobre ella y sobre el Festival Internacional de Arte que, cada dos años se celebra allí. Una vez que finaliza, las obras permanecen en el pueblo y éste se convierte en un museo permanente de arte al aire libre y abierto a todos. Me enamoré de Genalguacil viendo sus fotos.
Así que no lo pensé más y me fui para allá. Tardé más tiempo de lo previsto en llegar. Desde mi pueblo, el GPS indicaba que tardaría una hora y media, que debido a los imprevistos, se convirtieron en dos y cuarto. Imprevisto 1: carretera hacia Jimena de la Frontera, ¡CORTADA!. Al ver eso y después de casi 30 kilómetros de curvas en permanente subida, decidí que me daba igual que estuviese cortada, no sin antes, preguntarle al señor de la Venta del Puerto Galis, si sabía cuál era la situación de la carretera. "Ná, tor mundo paza, no paza ná". Me pareció de confianza y allí que me metí. Efectivamente, todo el mundo pasa, porque había más tráfico que en la M-30. Imprevisto 2: tres vacas y dos becerros en medio de la carretera, todos cruzan, excepto una, que decide lamerse una pata, parada delante de mi coche. Me mira desafiante, le pido excusas y finalmente me deja paso. Imprevisto 3: la misma situación anterior, pero esta vez, son dos las vacas que se paran. Ya no hay más imprevistos, sólo las peculiaridades del trayecto. Conté 20 señales de advertencia de peligro por curvas durante dos kilómetros y pensé que vaya despilfarro, se hubiese ahorrado 19, poniendo una sola señal de "¡peligro, 40 kilómetros de curvas!".
Al llegar a un cruce, vi un enorme panel con el logo de la Junta de Andalucía, que informaba de que la carretera era un circuito de ciclistas, si no es porque estaba ese cartel y porque vi a algún ciclista circulando, nada me hubiese hecho pensar que por allí pasara una bicicleta. Descubrí entonces, que el ciclismo es un deporte extremo, muy extremo.
En el último tramo, de Algatocín a Genalguacil, la naturaleza ofrecía un homenaje a la patria. Amapolas rojas y margaritas amarillas dibujaban banderas de España a cada lado de la carretera. Y, ¡al fin en el destino!
Hacía tiempo que no veía un lugar tan limpio, hacía tiempo que no veía a niños jugando despreocupadamente por las calles, hacía tiempo que no respiraba un aire tan puro ni escuchaba el sonido de los pájaros y las ramas de los árboles moviéndose. Eso no es ruido, es música.
Lo que me enamoró al ver las fotos, se materializó. La armonía y perfecta integración de las obras de arte con la arquitectura del pueblo, con las flores perfectamente cuidadas que decoran cada rincón, con los niños felices corriendo alrededor, con la gente del pueblo que saluda y sonríe al pasar, con el aroma y con el sonido propio de un lugar en armonía.
Y es que, la esencia de un viaje, es la experiencia que queda tras hacerlo. Ésta, ha sido muy grata y me ha confirmado que no hace falta gastar miles de euros, ni viajar durante días, ni hacer escalas ni transbordos, ni ponerme 4 vacunas para disfrutar de un lugar idílico a unas pocas horas de casa.
Genalguacil, te llevo conmigo.