jueves, 3 de junio de 2010

A mi playa bonita


Anoche volviste a mi mente, recordé cuando te conocí, cuando te iba a visitar.
Bañarme en tus aguas cristalinas, esas que permitían ver tu fondo a más de dos metros de distancia, diferenciar la variedad de verdes de las algas, que crecían fuertes y orgullosas, el color de cada piedra y los peces jugueteando. El olor a mar, la naturaleza en su estado puro. Era una auténtica gozada estar contigo.
Bucear en tus aguas, tomar el sol tendida en tu arena, recorrerte por la orilla, observar los cangrejitos correteando por tus piedras húmedas. Un privilegio que sólo teníamos unos cuantos. Todos te respetábamos, te queríamos y cuidábamos.
De esto hace ya muchos años, más de quince.
Por circunstancias, dejé de verte un tiempo.
Anoche, también recordé la última vez que te visité, hace tres años.
MASIFICADA, hasta el punto que el carril de unos dos kilómetros que lleva hacia tí, estaba lleno de coches, furgonetas y caravanas, aparcados a cada lado. Era imposible circular porque si algún vehículo venía de frente, ambos no pasaban y dar la vuelta era una odisea. La gente se cruzaba de un lado a otro y transitaba por el carril. Aquello era una ratonera, un callejón lleno de obstáculos.
Cuando conseguí llegar hasta tí, poniendo en riesgo mi propia integridad física, no podía creer lo que veía: gente, muchísima gente, plásticos, latas, sombrillas y sillas rotas abandonadas, miles de colillas. Suciedad por todos lados.
Tus aguas habían cambiado de color, ya no había algas ni peces y los cangrejitos, si aún quedaban, permanecían escondidos. Tu aspecto era tremendamente desolador. No podía creerlo, como te podía estar pasando eso. Tú, que solo ofrecías cosas buenas, que todo lo dabas, que tanto me diste. Te encontrabas indefensa y desamparada, frágil y debilitada, estabas sufriendo un abuso brutal por parte de la humanidad.
En aquel momento, sentimientos de rabia y frustración me inundaron. Me fui, te dejé y nunca después he vuelto a verte.
Hoy, siento culpa por haber mirado a otro lado, por no hacer nada por ayudarte.
Lo peor es que el tuyo no es un caso aislado, el maltrato al que estás sometida, lo padecen muchos otros espacios naturales. La madre naturaleza sufre degradaciones frecuentes. Y quien tiene que cuidarla y protegerla, parece tener otras prioridades o intereses.
Punto negativo y abucheo para quien teniendo la responsabilidad de velar por tu conservación, ha permitido que esto te suceda, farito mío.
La sociedad, el/la turista, puede tener mayor o menor conciencia medioambiental, ahí hoy no entro. Pero quien tiene las competencias para la gestión de un espacio natural que, por sus características resulta un atractivo turístico para la sociedad, quien tiene esas competencias, debe poner los medios para que este fenómeno, este movimiento turístico, se produzca en unas condiciones de seguridad, tomando las medidas necesarias que aseguren y priorizen la conservación del medio natural antes que cualquier otro aspecto. La naturaleza es un bien de todos/as y disfrutar de ella es un derecho y, el deber de quien tiene que cuidarla, está en que ésto se pueda compatibilizar de manera sostenible, a través de una planificación turística adecuada, coordinación entre todos los agentes implicados y una gestión responsable.

1 comentario:

  1. Un artículo precioso, con mucha nostalgia y romanticismo hacia un pasado ya perdido por la irresponsabilidad de un presente que no muestra mucha sensibilidad y sentido... UN ABRAZO!

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